Mercados Bonaerenses y Frutos de la Tierra y el Río en Plaza Constitución

Este sábado 20 de abril desde las 10.00 hasta las 18.00 horas se llevará a cabo una nueva edición conjunta de "Mercados Bonaerenses" y la feria "Frutos de la Tierra y el Río" en plaza Constitución (Hipólito Yrigoyen entre Pellegrini y Mitre).  Durante la jornada se pueden encontrar puestos de mermeladas caseras, panificación dulce y salada, cereales y frutos secos, conservas de vegetales, miel, quesos, embutidos y mucho más.

1845 y 1830 (por Eduardo Campos)


El 20 de noviembre de 1845 se produjo el combate de la Vuelta de Obligado. Hoy, en mayor o menor medida, estamos al tanto de lo que en esa acción ocurrió y por qué.
   Lo que quizás no se sepa es qué tipo de antecedentes tenían las naves europeas que participaron en la acción colonialista. En la actualidad estoy en plena etapa de corrección de un ensayo a ser publicado con la historia de esas naves.
   Cuando uno piensa en colonialismo no debe pensar solamente en un ejército o una escuadra que, prepotentemente, fuerza la soberanía de una nación como sucedió aquí. Más allá de la necesidad de un mercado para sus manufacturas y del saqueo de recursos naturales por parte de las potencias, hay una acción de colonización del pensamiento del colonizado. Este es un requisito indispensable porque sin él no puede haber colonización, y si la hay dura hasta que los colonizados se dan cuenta y la cosa se pudre.

   La historia argentina nos habla de la frustración de los gobiernos inglés y francés por no haber logrado su objetivo en 1845, aunque no nos habla que no debieron esperar mucho para lograrlo. Tras la derrota de las fuerzas de Rosas en Caseros, siete años después, los ríos argentinos quedaron abiertos al comercio internacional. 
   La historia argentina también nos habla de la caída del tirano que posibilita la inserción de nuestro país en el mundo. Obviamente que no son pocos los argumentos sobre Rosas, las acciones de gobierno y su poco apego al respeto por los derechos de las personas, pero de ahí a señalar que, sin Rosas, la Argentina transitó un camino de felicidad, hum…       
   La gran jugada de los políticos anglo-franceses fue, dejar la fuerza de las armas como opción y optar por la colonización de las mentes. Se trataba de hacer creer a la elite de la nueva nación que ellos pertenecían ya al primer mundo de la época y lograr que pensaran en sintonía. En una palabra, el triunfo del colonizador consiste en hacer creer al colonizado que sus necesidades son también las de él.
   Esto les salió tan bien que, con solo recorrer las calles de esta ciudad, uno puede ver que Caseros y Pavón, por ejemplo tienen su calle. También la tienen los generales Mitre, Urquiza y Lavalle. Y como si esto fuera poco está 3 de Febrero. Vale decir que los ciudadanos estamos pensando en la misma sintonía que aquellos que ganaron en esa etapa del país decidieron que pensáramos. El punto es que, aunque en algún momento percibamos que habría que revisar la historia y corregir, seguimos habituados a esos nombres y desarrollando nuestra cotidianeidad con ellos viviendo en nuestras mentes. Así funciona la cosa. El problema es que no se trata tan solo de nombres sino que se trata de una matriz de funcionamiento como nación que solo los favorece a ellos y a las elites a las que pertenecen los nuevos Urquizas y Mitres.
   Adelantando el tema del libro diré que una de las embarcaciones francesas que participó en Obligado, la corbeta Expéditive, fue una de las que llevaron a Francia los tesoros arqueológicos del Peloponeso, Egipto y Asia menor que hoy, millones de ciudadanos del mundo, van a ver al Museo del Louvre.
   La Expéditive arribó en marzo de 1837 al puerto de Le Havre con  un friso de 81 metros de longitud que representaba un combate entre los griegos y las amazonas. Lo mismo hicieron los británicos, saqueando ciudades antiguas para proveer al British Museum. Y lo mismo hacen hoy los norteamericanos en Irak, robándose todo lo que pueden, destruyendo la historia y la memoria de una nación. Por supuesto, esta indigna actividad está convirtiendo en millonarios a muchos generales norteamericanos.
   Sin embargo muchos aceptamos hoy esto, vamos a los museos, los visitamos y admiramos sin pensar un momento en que el Louvre, el British Museum, el Museo de Pérgamo o los museos neoyorquinos tienen lo que tienen gracias al saqueo de pueblos y civilizaciones enteras. 
   Tan natural resulta la cosa que miramos con interés y nos divertimos con Indiana Jones, siendo que se trata de un profanador de tumbas y un ladrón de objetos arqueológicos. ¿Y por qué lo vemos con naturalidad y sin ninguna indignación? Justamente por la colonización cultural. Creemos que el Louvre, el British e Indiana Jones son de los nuestros, que recuperan cosas de valor que tienen los otros pero que no las merecen, y antes de que se pierdan, “las consiguen y las cuidan”. No nos detenemos un momento a pensar que esas cosas, pirámides, megalitos, monumentos, frisos o lo que sea, cuentan la historia de ellos. En la época en que se hicieron no existían los libros, y esos pueblos contaban su historia en esos monumentos y si se los robamos le estamos robando su historia. Se trata de, ni más ni menos, de un crimen cultural.  
   A partir del momento en que Goycochea dona las tierras para que se inicie la historia de este partido de San Pedro, generaciones de sampedrinos comienzan a transcurrir por aquí y dejar señas de su paso a través de datos escritos y de su arquitectura. Durante más de dos siglos esta ciudad conforma una arquitectura que le da identidad. Sus edificios y sus casas hablan de nosotros y de nuestro pasado. Son nuestra historia.
   Ayer sábado, un grupo de sampedrinos realizó un abrazo simbólico a una de las esquinas históricas de la ciudad, la casona “1830”, ubicada en la intersección de Mitre y Liniers, porque existe el serio riesgo de que sea demolida. La concentración no fue motivada por un pedido de las autoridades sino que fue espontánea y a través de redes sociales. Las autoridades, salvo un concejal, ni aparecieron.
   El casco histórico de San Pedro no es grande, son tan solo un puñado de manzanas que han sido muy castigadas por el negocio inmobiliario y en las que solo quedan algunas edificaciones de cierto valor arquitectónico. No soy arquitecto y ni se si esos viejos edificios tiene valor arquitectónico. Lo que si se es que ellos hablan de nuestra historia, en ellos está nuestro pasado y ellos nos unen como comunidad.
   San Pedro tiene infinitos lugares donde construir edificios, sin embargo aquellos que quieren construirlos los quieren hacer en esas manzanas del casco histórico. Cosa de locos, quieren esos lugares y no otros y quieren romper lo que hay.
   La excusa es el “progreso”. Pero, ¿es el progreso? Aquí es donde aparece el pensamiento del colonizado. El supone que el edificio cuadrado y de muchos pisos es moderno, y por el solo hecho de serlo está bien. Por supuesto, los términos cultura e identidad están muy lejos de ser comprendidos por él. No llega a tanto. Tiene dinero y puede viajar, pero irá a un museo importante solo a sacarse una foto con el frente, con la Venus de Milo o con La Gioconda, pero para mostrársela a los amigos.
   De pibe recuerdo muchos micros llegando cada domingo a  la Plaza Constitución cargados de fotógrafos de distintos fotoclubes del país que se pasaban el día fotografiando la hermosa arquitectura que tenía la ciudad. Hoy solo el municipio, la iglesia, el chalet de Veiga y alguna que otra cosa merece ser fotografiada. A nadie se le ocurriría desperdiciar ni foto ni tiempo en lo que se construyó sobre lo derribado.
   A la ciudad de Buenos Aires le pasó lo mismo. Una burguesía que no me merece mucho respeto (la que tiraba manteca al techo) construyó una ciudad que a los del exterior, y a los del interior que la visitábamos, nos maravillaba. Serían garcas y cagadores pero poseían un grado de cultura envidiable, estudiaban en París y sabían lo que hacían.
      No es casual que los 90 hayan disparado la destrucción del patrimonio arquitectónico en Buenos Aires. En esos años cambió la burguesía en el país. Los ricachones de siempre, la aristocracia dejó lugar a otro tipo de “nuevos ricos”. Aparecieron grupos económicos, grupos de inversores y sojeros comprando todo y comenzando una transformación que ha dejado huella. Si bien no es un problema, al menos para mi y supongo que para usted también, quien o quienes tengan la guita, lo que es un problema es que cayó en gente que, de cultura ni hablar. Ellos construyen y tiran solo porque tienen plata para hacerlo, lo demás les interesa un pito. Cada cosa que hacen tiene que, imperiosamente, darles más dinero, sino no tiene sentido. Usted, que brinda muchas horas de su tiempo en alguna institución de beneficencia, vio que difícil es que, hoy, un sampedrino de guita largue un peso para algo. ¿No ha visto como trata el sampedrino de guita al cobrador del estacionamiento callejero cuando le quiere cobrar el estacionamiento a la nave espacial de 250 mil pesos que lleva?  
   En San Pedro podíamos ver en su arquitectura representadas las colectividades que vinieron a vivir aquí y colaboraron en la construcción de esta ciudad. Hoy se ha tirado casi todo para construir cosas que no representan a nadie y que nadie, en su sano juicio, podría defender si las quisiesen tirar abajo. ¿Usted haría un abrazo simbólico para defender alguno de los edificios que hoy se están construyendo en la ciudad? La construcción de ellos representa un disparate pocas veces visto. Solo la ignorancia puede hacerlo posible. Podría agregar la cometa, pero también ella remite a la ignorancia. Cientos y cientos de vecinos perdiendo el sol, el aire, el verde y la privacidad sin que a las autoridades se les mueva un pelo. ¿Por qué el derecho al aire, al sol, al verde y a la privacidad no cuenta para los funcionarios?
   No podemos hablarle de cuidar el patrimonio histórico y cultural de la ciudad a gente que solo tiene dinero y supone que ello lo transforma en dueño de la ciudad, aunque la compre.
  Recuerdo cómo en los 90 una lapicera de un ministro podía ser más letal que un misil. Los préstamos de la deuda externa mataron más gente que todas las guerras que tuvo el país. Hoy los ignorantes con plata pueden llegar a dejarnos sin “nuestra ciudad” en poco tiempo. Sabemos que de los funcionarios no debemos esperar nada. Está en nosotros. Y si nada se puede conseguir, los registros periodísticos mostrarán a las generaciones del futuro quienes han sido los responsables del atropello arquitectónico y patrimonial sufrido por la ciudad, para que puedan putearlos eternamente.